09 de diciembre 2022
José Araujo Juárez
José Peña Solís
Miembros honorarios de la Asociación Venezolana de Derecho Administrativo
Ante todo, quisiéramos felicitar a la Asociación Venezolana de Derecho Administrativo por el éxito de las Jornadas AVEDA 2022 que tuvieron lugar los días 20 y 27 de los corrientes, así como a los distinguidos profesores por sus excelentes ponencias.
En el marco de estas Jornadas se nos hubo convocado para la lectura del Acuerdo del Reconocimiento AVEDA 2022, decisión unánime que por emanar de ustedes, apreciados y distinguidos administrativistas, nos enaltece supremamente.
Ahora bien, todo reconocimiento conlleva honra, pero también agradecimiento y, por tal razón, les manifestamos nuestra inmensa y sincera gratitud a los miembros integrantes del Consejo Directivo: G. Urdaneta Troconis, A. Silva Aranguren, J. Vivas Roso, J. Kiriakidis, F. Pesci-Feltri, B. Ramírez Landaeta y C. Nikken.
Para ello nos gustaría empezar por compartir una reflexión inicial, que tomo prestada de una entrevista al chef considerado más influyente de la gastronomía española contemporánea, quien resumía que el ingrediente secreto de una carrera exitosa, radicaba no solo en la capacidad de combinar talento con las oportunidades sino, sobre todo, en las influencias que nos aportan cada una de las personas que nos han marcado, tanto en los buenos momentos como en los de dificultades en el devenir de nuestras vidas.
Pues bien, en mi caso, José Araujo Juárez, han sido muchas las personas que con sus incondicionales apoyos, consejos y guías han influido de manera decisiva en mi vida personal, académica y profesional, y creemos que han de tenerse siempre presentes, ya que la memoria del corazón exige magnificar los buenos recuerdos.
Aun así, por tratarse en esta ocasión de un reconocimiento al estudio, investigación y difusión a través de una obra escrita, séame permitida la liberalidad de trasmitirle unas modestas sugerencias, no a aquellos talentosos colegas que ya han escrito mucho y bien —¡Guárdeme Dios de tamaño despropósito!—, sino a quienes todavía están por hacerlo, y que seguro estoy podrían también hacer valiosísimos aportes sobre nuestra disciplina jurídica, a pesar de que los tiempos que corren desalientan tal empresa.
En primer lugar, quisiera recordar a la prof. G. Mendoza de Ayala, licenciada en psicopedagogía y magister en administración. Aconteció que en el Colegio La Salle, después de habernos sometido a los futuros bachilleres, a la realización de unos test de orientación profesional durante varios fines de semana en las aulas de la Universidad local, nos convocaron para darnos los resultados.
La reunión la inició la prof. Ayala con la pregunta de rigor, sobre cuál carrera quería seguir, a lo que respondí que había elegido derecho o relaciones internacionales. De inmediato me entregó una cartulina tamaño carta, contentiva de la Ficha de Orientación Profesional, donde aparecían los resultados reflejados en 7 columnas y coloreadas de forma diferente, que se correspondían con la clasificación de la inteligencia existente para la época.
Lo primero que advertí fue la excesiva diferencia que había entre la primera columna de la escala vocacional — inteligencia lógico-matemática— y la última —fluidez verbal—. Mientras que la primera estaba coloreada casi en su totalidad, la columna de la fluidez verbal alcanzaba apenas poco. Fue así que la prof. Ayala procedió a señalarme que para el ejercicio de la abogacía se debía contar con el dominio de un rico vocabulario, de cuya carencia daba constancia el color anaranjado. Ante la pregunta formulada de cómo podía superar tal dificultad, me respondió sabiamente: la lectura de los clásicos y otros buenos libros. Sobre su importancia me permito mencionar la anécdota que cuenta el escritor A. Pérez-Reverte, cuando en tiempos de F. Franco un ministro natural de Cabra, Córdoba, España, al cuestionar ante las Cortes la enseñanza de las lenguas clásicas, dijo algo así como que, menos latín y más deporte y preguntaba ¿para que servía el latín? A lo que un catedrático de filosofía le respondió que servía para que, a los naturales de Cabra, los llamen «egabrenses y no otra cosa»; en otras palabras, más latín…
Lo anterior lo traigo a colación, pues, como citaba en otra ocasión, la ciencia jurídica no obra como Penélope, destejiendo a cada noche lo que hizo en el día; por el contrario, trenza cada nuevo saber sobre el anterior y elabora los nuevos conocimientos sobre los que ya existen. Por ello aconsejo practicar algo perfectamente simple: 1ro., siempre hay que releer a los clásicos y otros buenos libros, por cuanto es indudable que todavía muchas de las señas de identidad a las que llegaron y a partir de las cuales se construyó el derecho administrativo, son perfectamente trasladables y utilizables en nuestro tiempo, ya que después de todo, como alguien dijo una vez, los clásicos nunca terminan de decir lo que han de decir; y 2do., llamar la atención sobre la importancia de los estudios del derecho administrativo comparado y global, pues hoy son determinantes para llevar a cabo los esfuerzos de actualización e innovación jurídica.
En tal sentido, les manifestamos nuestra enhorabuena al maestro A.R. Brewer-Carías por la presentación de su obra Estudios de Derecho Administrativo Comparado y Global, y también al prof. J. L. Suárez Mejías por su obra Globalización Jurídica, Derecho Administrativo Global y Administración Pública, Caso de Colombia.
En segundo lugar, al maestro A.R. Brewer-Carías, quien además de sus enseñanzas y de su inagotable obra escrita, en una amena conversación en su oficina, a una pregunta que le hice me respondió con su proverbial gentileza, que en el derecho se escribe por aproximaciones y que es ilusorio pretender escribir un chef d’oeuvre de un solo plumazo.
Y diciendo esto se dirigió a su biblioteca, tomó una pequeña obra titulada «El Estado incomprendido» y me manifestó que la misma había sido el punto inicial para escribir más tarde los XVI volúmenes de su estupendo «Tratado de Derecho Constitucional».
En último lugar —pero no en importancia— al maestro A. Moles Caubet, quien también en una de las tardes en las que gustaba compartir el té, me alentaba a seguir escribiendo, para lo cual también era imprescindible —qué duda cabe—, la honestidad intelectual.
Que si bien no es que se espere de uno la grandeza de cambiar el derecho, pero sí que cada uno dé inicio al cambio, así sea un poco y del conjunto de todas y cada una de las aportaciones, con honestidad intelectual —fundadas y probadas—, pensamiento crítico —desde la ecuanimidad y el respeto a aquello que juzga— y sin caer ni en el dogmatismo ni en la opinión unilateral o totalitaria, se plantee un constante debate doctrinal que, al fin y al cabo, redundará en un movimiento de actualización, innovación, revalorización y enseñanza científica del sistema del derecho administrativo contemporáneo, de lo cual tenemos la convicción es tal vez —o sin él tal vez—, lo que ha pretendido poner en valor la generosidad de nuestros apreciados administrativistas de AVEDA, concediéndonos el Reconocimiento AVEDA 2022, lo cual nos enaltece sobremanera.
Muchas gracias.